miércoles, 24 de agosto de 2016

El nacimiento de Comino

¡El tiempo vuela! parece que fue ayer cuando supimos que iba a aumentar nuestra familia, pero ya estamos a escasos días para celebrar el primer cumpleaños de Comino.
Hoy os voy a contar cómo fue su llegada a este mundo, no solo con palabras, también con el reportaje que Perifollo fue transmitiendo en directo a través de facebook.

12 de Septiembre de 2015. Tenía 30 años y estaba embarazada de 39+3. Aquella mañana, a las 8:00 Perifollo y yo hacíamos nuestra entrada por la puerta de urgencias de el hospital que escogimos, tal y como nos habían citado, para la inducción al parto.



Tres semanas antes en otro hospital, en el que me llevaban los controles conjuntamente el endocrino y la ginecóloga de riesgo por la diabetes gestacional, me recomendaron que ingresara en su hospital en la semana 37 para monitores y valorar una cesárea por sospecha de bebé macrosómico. Se considera que un bebé es macrosómico cuando el peso estimado en la ecografía es superior a 4kg, pero en teoría no se empieza a considerar que puedan aumentar las complicaciones hasta que estiman un peso superior de 4´5kg, así que tras pensarlo y valorarlo con nuestra ginecóloga habitual les comuniqué que no iba a presentarme al monitor y que antes de programar una cesárea prefería intentar tener a mi hijo por parto vaginal, la respuesta de el ginecólogo fue en palabras textuales "tu no sabes lo que es parir un niño macrosómico", la respuesta de mi ginecóloga fue "tu ya has parido a un niño de más de 4kg, nada me hace sospechar que no pueda intentarse un parto vaginal". En aquel hospital nos lo pintaban todo muy feo, incluso llegaban a culparme de que si no lograba controlar mis niveles de glucosa a pesar de la insulina, era porque yo me pinchaba lo que quería en lugar de lo que ellos me recomendaban, esas afirmaciones, el hecho de que perdieran mi historia en tres ocasiones y que se dedicaran a tratar de desprestigiar con toda su energía el hospital en el que habíamos decidido dar a luz no hizo más que reafirmar nuestra decisión de no acudir a la cita que nos plantearon. En nuestro hospital nos recomendaron la inducción al parto para evitar posibles complicaciones con el peso y la salud de Comino a causa de mi diabetes mal controlada. Valoramos las posibilidades y decidimos ingresar para la inducción.
Yo iba con bastante miedo por el recuerdo de la inducción de el parto de Curcuhuete, pero esta vez tenía la tranquilidad de que Perifollo estaba a mi lado, y la certeza de que, a pesar de ser una inducción, iban a ser mucho más respetuosos con nosotros.
Nos recibieron el ginecólogo que nos atendió un mes antes cuando tuvieron que ingresarme unos días por una migraña incontrolable (que hablaba muy rápido, pero lo explicaba todo con mucho tacto) y una matrona que nos encantó nada más verla, directa, sincera, cercana y divertida, leyó nuestro plan de parto mientras escuchábamos el sonido de los latidos del corazón de Comino a través de el monitor. "Ma", que así la llamaremos a partir de ahora, nos explicó los puntos del plan de parto que no podrían cumplirse a causa de la inducción (como el hecho de no ponerme vía, por ejemplo) aunque nos dijo que haría lo posible para respetarlo al máximo. Nos explicaba con detalle cada paso que daríamos durante la inducción, nos enseñó el entorno en el que daríamos a luz, recomendándonos la ducha para la dilatación y enseñándonos cómo colocar la cama para que pudiera escoger la postura en la que mejor me encontrara yo en cada momento. Terminado el monitor y la exploración (para la que me pidió permiso e hizo con sumo cuidado) nos explicó que la inducción podría ser larga, si el gel de prostaglandinas no hacía efecto en 24 horas habría que valorar el poner otra dosis o proceder a la rotura de bolsa y la oxitocina. Le conté mi miedo a la oxitocina por mi experiencia anterior y ella me escuchó y me dijo "he leído la historia, aquello no estuvo bien, tranquila que yo no voy a forzar nada, estoy aquí para acompañarte". Me puso el tampón de prostaglandinas y una vía y me preguntó en qué postura me gustaría parir, le dije que en cuclillas, y ella me escenificó que lo mismo le daba sentarse, estar de pie, tumbarse en el suelo, en la ducha... lo único que me recomendó era no hacerlo en el wc. Nos dejó solos un rato y volvió con una pelota de pilates y un inflador, que al final logró inflar Perifollo, pero tras varios intentos por parte de Ma con y sin colaboración suya, aquella pelota parecía no querer inflarse. Ma creó para nosotros un ambiente acogedor, divertido, relajado y cercano.




Estuvimos en aquella sala, que sería tanto la sala de dilatación como el paritorio, un par de horas, después nos trasladaron a nuestra habitación, había dos camas, una para mi y otra para Perifollo. 



Ya en nuestra habitación Ma pasaba a vernos cada poco tiempo, nos recomendó pasear, subir y bajar escaleras, salir a la terraza para que nos diera el aire, comer bien y dormir.
El día transcurría con normalidad, nos visitaban tanto Ma como el ginecólogo, no me exploraban, solo me preguntaban cómo estaba, observaban mis controles de glucosa y un par de veces por la mañana y otras dos por la tarde me volvían a poner las correas del monitor. Algo pasó aquel día que mis niveles de glucosa decidieron normalizarse, y el ginecólogo me dio vía libre para hacerme yo los controles. Ma me acariciaba la tripa cada vez que venía y comentaba divertida con las enfermeras que por el tamaño de mi barriga igual daríamos la sorpresa de acabar pariendo dos bebés. Me dieron de comer, merendar y cenar. A las 22h Ma vino a hacer un último registro, no había novedad ninguna, se registraban contracciones muy leves, prácticamente imperceptibles, que no parecía que empezara el parto, así que nos dijo que descansáramos todo lo que pudiéramos, y que si no la llamábamos en mitad de la noche nos veríamos por la mañana.



A la mañana siguiente todo seguía igual, en calma. Una enfermera vino a preguntarme el nivel de glucosa en ayunas, estaba en límites correctos, consultó con el ginecólogo y me recomendaron ponerme la dosis de insulina antes del desayuno.



Mientras desayunaba leí un precioso mensaje que una de mis hermanas me había dejado en facebook y escuché por última vez la canción "sabemos parir" de Rosa Zaragoza.
Nos acompañaron al paritorio donde Ma y el ginecólogo se despidieron de nosotros. Me dio mucha pena despedirme de ella, me había hecho sentir tan cómoda que no quería que nos atendiera nadie más, en su lugar entró un hombre serio, acompañado por un ginecólogo muy sonriente que nos explicó de nuevo el hecho de que nuestro plan de parto no podría cumplirse a rajatabla, lo hizo de muy buenas formas, nos comentó que ya le habían contado todo sobre nosotros, que estábamos abiertos a escucharles en caso de tener que tomar una decisión que no contempláramos en el plan, nos dijo que nos vería de nuevo cuando llegara el momento del expulsivo (como Comino parecía ser muy grande él estaría para quedarse más tranquilo) y se fue con la misma sonrisa con la que entró. Le comenté a Perifollo que no me gustaba aquel ginecólogo (Dos años después de nacer Curcuhuete él me diagnosticó ovarios poliquísticos, me dijo que probablemente sería estéril y comparó a mis hormonas con cervezas que mi cerebro enviaba a mis ovarios como si estuvieran de botellón, se que trataba de parecer cercano y que le entendiera bien, pero a mi no me inspiraba mucha confianza) y aquel hombre serio se presentó, le llamaremos "Ele". Me hizo un monitor, un tacto (en el que me comentó que Comino estaba en cefálica, pero muy alto y algo ladeado) me quitó el tampón, me puso el gotero con la oxitocina y procedió a romper la bolsa. Estaba borrando cuello, "está casi al 50%" me dijo que la cosa estaba muy verde pero que veía buen cuello, que se notaba que estaba blandito, me dijo que el cuerpo es muy sabio, y que el mío tenía el recuerdo del primer parto. Me dejó puestas las correas del monitor, que nos acompañaba marcando el ritmo de los latidos del corazón de Comino. Nos explicaba cada paso que daba y que iba a dar, me hizo un test de glucosa y me preguntó si me había puesto insulina, al decirle que si me preguntó cual y se marchó dejándonos solos a Perifollo y a mi. Eran las 10:00 de la mañana. Yo miré el gotero cayendo gota a gota y al sentir las primeras contracciones sonreí y después de comentarle a Perifollo lo que sentía comencé a llorar. Me daba mucho miedo que todo volviera a repetirse, el no ser capaz de disfrutar del parto, el perder el control, pero esta vez todo sería diferente, Perifollo me cogió la mano, me secó las lágrimas y me dijo "esta vez no estás sola, yo estoy contigo" era justo lo que necesitaba sentir, que estaríamos juntos en el viaje que nos esperaba. En seguida entró Ele y me dijo que iba a ponerme un gotero de suero con glucosa, para evitar las bajadas de azúcar durante el parto, y otro con insulina, pero al ir a colocarlos se dio cuenta de que en la vía que me habían puesto solo  podía ponerme dos goteros, así que tras disculparse me pidió permiso para ponerme otra vía, me la puso en el otro brazo, la verdad es que ni me enteré. Las contracciones ya se hacían notar y cada vez que Ele notaba que tenía una se callaba hasta que pasaba y nos explicaba los avances tanto a Perifollo como a mi. Me preguntó si quería la epidural, dije que no. Nos dijo que a partir de ese momento no podría comer nada, por si la cosa termina complicándose y tuviéramos que ir a una cesárea de emergencia, pero que podría beber todo lo que necesitara, también me dijo que podía levantarme y moverme, pero que no quería quitarme las correas del monitor de momento, hasta ver cómo iba evolucionando el bebé por el tema glucosa, así que no podría moverme muy lejos, solo hasta donde me permitieran los cables.



Probaba a levantarme, sentarme, tumbarme, las contracciones eran cada vez más intensas. Ele venía a vernos de vez en cuando, comprobaba las contracciones y el pulso de Comino, nos preguntaba cómo estábamos y si necesitábamos algo, vigilaba los goteros y mis niveles de glucosa y nos dejaba solos. Cada vez que entraba a vernos nos decía lo mismo, que le llamáramos para lo que necesitáramos y volvía a ofrecerme la epidural, a las 14:00 entró la enfermera con una bandeja de comida, me dijo que "por error" me habían pedido comida, así que para no tirarla se la dieron a Perifollo, que se la comió a pesar de no tener sal, ni azúcar... lo que hace el hambre.




Las horas pasaban, Ele entraba y salía, en tres ocasiones vino a quitarme la oxitocina, y en dos ocasiones volvió a ponerla de nuevo al ver que bajaba el ritmo de las contracciones. A estas alturas yo ya estaba metida en el planeta parto, en cada contracción no podía evitar soltar una especia¡e de mugido, me ayudaba a sobrellevarlas, en mi cabeza no dejaba de sonar la canción sabemos parir, la repetía una y otra vez como si se tratara de un mantra, a veces hasta la cantaba en voz alta. Entonces el monitor dejó de mostrarnos el latido de Comino, Ele entró rápidamente y tras comprobar que no había forma de localizarlo en condiciones (por segundos se escuchaba muy débil, para luego desaparecer) me pidió permiso para hacerme un tacto para comprobar la posición de Comino y valorar el poner un monitor interno (que en nuestro plan de parto solicitamos que no se utilizara), el tacto me dolió mucho, Comino seguía estando muy alto y se había girado, estaba mirando justo hacia el lado contrario que debía mirar para hacer más sencillo el expulsivo, le puso con sumo cuidado el monitor interno, Ele me preguntó de nuevo si quería la epidural (estaba dilatada de 5cm) le dije que no, y él me dijo que prefería que no la usara porque entre que el bebé era grande y que no estaba en posición me vendría muy bien poder empujar sin restricciones. Le comenté, entre contracción y contracción, que se me hacía largo en comparación con mi primer parto, que en aquel dilaté más rápido, así que me recomendó tumbarme de el lado derecho, que esa posición solía ayudar a que todo avanzara más deprisa, y así hice. Nos dijo que en media hora más o menos vendría a ver cómo seguíamos, miré el reloj, las 16:00.
Tumbada de lado las contracciones empezaron a hacerse más y más fuertes, aquella canción volvía a mi cabeza con cada una de ellas, eran muy seguidas e intensas, aquel mugido empezó a convertirse en un "Oooommmmm", algo me molestaba mucho en la pierna, me quejaba en cada contracción de que algo se me clavaba en el muslo desconcentrándome, Perifollo estiró las sábanas, buscó y rebuscó, pero no encontró aquello que tanto me molestaba. Antes de darme cuenta estaba metiendo la cabeza bajo la almohada, de mi boca salían gemidos que cambiaban las vocales de "o" a "a", Perifollo me hablaba y acariciaba, me tranquilizaba mucho escuchar su voz, le dije que Ele entraba y nos decía que seguía de 5cm pediría la epidural. Ele entró a vernos al escuchar mis gemidos, miré el reloj, eran las 16:20, preguntó cómo iba todo y me quejé de que "algo" se me clavaba durante las contracciones, me pidió permiso para explorarme , estaba de 7cm. Me alegré muchísimo. Me ayudaron a levantarme para averiguar qué era lo que molestaba de la cama, resultó ser la cama en si, me estaba quejando de la junta de las piezas que hacen que la cama pueda desmontarse para elegir postura de parto. Estando de pie las contracciones me resultaban más difíciles de controlar, me abracé a Perifollo para tratar de sobrellevarlas, Ele volvió a preguntar si quería la epidural, me rendí y dije que si, pero que quería ir al baño antes. Me acompañaron hasta el wc y al sentarme una contracción se hizo conmigo, la enfermera me preguntó "¿no tendrás ganas de empujar?" yo le dije que no con la cabeza, pero antes de asimilar que la contracción había pasado empezó otra, me entró mucho calor... me di cuenta de que estaba empujando, se lo dije a la enfermera. Me dieron a firmar el consentimiento para la epidural y me ayudaron a llegar a la cama, la matrona me pidió permiso para explorarme al ver que trataba de evitar sin resultado el empujar, antes de que a la enfermera le diera tiempo de ir a llamar al anestesista Ele dijo "¡ya no hay tiempo! ¡Este pequeño sale ya!" Miré a Perifollo, muerta de miedo, en mi cabeza solo sonaba una frase "¿seré capaz de hacer esto?" él me miró y sonrió, estaba pálido y nervioso, pero me miraba firme, me sujetó la mano. No hubo tiempo de desmontar la cama, la enfermera me colocó los pies en las guías y ayudó a Ele a terminar de vestirse mientras yo empujaba. Ele hablaba, oía su voz, la de Perifollo, la de la enfermera... pero yo era incapaz de entender lo que decían, mi cuerpo era presa de un calor infernal, y entonces algo en mi cambió, era capaz, me sentía capaz, no sentía dolor, solo una fuerza inmensa con cada contracción que me guiaba y me hacía gemir y gruñir. En un momento fugaz pensé "yo quiero parir en cuclillas" pero ese pensamiento vino igual que se fue. Recuerdo escuchar mi nombre, Ele me daba instrucciones, pero yo no lograba entenderle, le dije "se que me estás hablando pero no logro comprender qué dices" pude oírle decir "no empujes, espera que se gire" pero no podía dejar de empujar, le dije a Ele "me estás haciendo mucho daño aquí" y llevé mi mano hasta mi vagina, él me paró y me dijo "no toques ahora, no soy yo, es tu bebé" me estaba desgarrando, pude comprenderlo. Aquella fuerza se hizo más y más fuerte y entonces todo pasó y sentí un calor húmedo sobre mi pecho. ¡Comino ya estaba sobre mi! Le miré, le besé, olí su pelo, escuché su llanto, toqué su suave piel, miré a Perifollo, lloraba, lloré, hasta la enfermera (que limpió a Comino al vuelo en un tiempo récord con una toalla mientras le ponían sobre mi pecho) estaba emocionada. Ele dijo "hora de nacimiento 16:55". Comentamos que era muy grande, nos dieron la enhorabuena, besé a Perifollo y él me besó a mi, ya éramos padres, recordé aquel amor infinito al ver a tu bebé, conocí al segundo gran amor de mi vida. El cordón dejó de latir y Ele lo cortó. Comino se enganchó a mi pecho enseguida, mamaba con mucha fuerza. Recuerdo cuando Ele me explicó que había sufrido dos pequeños desgarros, me puso un poco de anestesia para coser uno de ellos, dos pequeños puntos por un lado, tres por otro, Perifollo cogió en brazos a nuestro pequeño mientras me cosían. Le pregunté a Ele que qué pasaba con la bolsa, que si tenía que volver a empujar, entonces él me dijo que no, que ya la había expulsado y me la enseñó, ¡era enorme! o eso me pareció, le comenté que se me habían dormido los dedos de los pies, "eso es por hacer tanta fuerza" me respondió con una sonrisa. Nos midieron la glucosa a Comino y a mi, yo estaba bien, pero tenía fiebre, Ele me pinchó vitamina K, Comino tenía el azúcar algo bajo, nos enseñaron a darle suplemento con el método dedo-jeringa para evitar que tuviera una hipoglucemia y así evitar el intubarle. Nos dejaron solos y tranquilos, Comino mamaba como un profesional, sin ayudas, sin pautas a seguir "pégatelo todo lo que puedas" esa fue la única medida a tener en cuenta. El ginecólogo vino a vernos y me dijo "¿pero cómo se te ocurre parir sin esperarme?" entre sonrisas, hablamos un poco. Una hora después Perifollo se fue a buscar a Curcuhuete, para que fuera el primero en conocer a su hermano, cuando regresaron nos estaban preparando para subir a la habitación. Estuvimos dos horas en paritorio, conociéndonos, a solas.




Comino nació el 13 de Septiembre de 2015 a las 16:55, 4´320kg, 52cm. El segundo gran amor de mi vida. 

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